Viernes 2 noviembre 2018, Conmemoración de Todos los fieles Difuntos (2, II).

SOBRE LITURGIA

Directorio sobre la Piedad popular y la Liturgia

Capítulo VII. LOS SUFRAGIOS POR LOS DIFUNTOS

Sentido de los sufragios


251. En la muerte, el justo se encuentra con Dios, que lo llama a sí para hacerle partícipe de la vida divina. Pero nadie puede ser recibido en la amistad e intimidad de Dios si antes no se ha purificado de las consecuencias personales de todas sus culpas. "La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos, que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia y de Trento".
De aquí viene la piadosa costumbre de ofrecer sufragios por las almas del Purgatorio, que son una súplica insistente a Dios para que tenga misericordia de los fieles difuntos, los purifique con el fuego de su caridad y los introduzca en el Reino de la luz y de la vida.
Los sufragios son una expresión cultual de la fe en la Comunión de los Santos. Así, "la Iglesia que peregrina, desde los primeros tiempos del cristianismo tuvo perfecto conocimiento de esta comunión de todo el Cuerpo Místico de Jesucristo, y así conservó con gran piedad el recuerdo de los difuntos, y ofreció sufragios por ellos, "porque santo y saludable es el pensamiento de orar por los difuntos para que queden libres de sus pecados" (2 Mac 12,46)". Estos sufragios son, en primer lugar, la celebración del sacrificio eucarístico, y después, otras expresiones de piedad como oraciones, limosnas, obras de misericordia e indulgencias aplicadas en favor de las almas de los difuntos.

Otros sufragios

255. La Iglesia ofrece el sacrificio eucarístico por los difuntos con ocasión, no sólo de la celebración de los funerales, sino también en los días tercero, séptimo y trigésimo, así como en el aniversario de la muerte; la celebración de la Misa en sufragio de las almas de los propios difuntos es el modo cristiano de recordar y prolongar, en el Señor, la comunión con cuantos han cruzado ya el umbral de la muerte. El 2 de Noviembre, además, la Iglesia ofrece repetidamente el santo sacrificio por todos los fieles difuntos, por los que celebra también la Liturgia de las Horas.
Cada día, tanto en la celebración de la Eucaristía como en las Vísperas, la Iglesia no deja de implorar al Señor con súplicas, para que dé a "los fieles que nos han precedido con el signo de la fe... y a todos los que descansan en Cristo, el lugar del consuelo, de la luz y de la paz".
Es importante, pues, educar a los fieles a la luz de la celebración eucarística, en la que la Iglesia ruega para que sean asociados a la gloria del Señor resucitado todos los fieles difuntos, de cualquier tiempo y lugar, evitando el peligro de una visión posesiva y particularista de la Misa por el "propio" difunto. La celebración de la Misa en sufragio por los difuntos es además una ocasión para una catequesis sobre los novísimos.

260. La piedad popular para con los difuntos se expresa de múltiples formas, según los lugares y las tradiciones.
- la novena de los difuntos como preparación y el octavario como prolongación de la Conmemoración del 2 de Noviembre; ambos se deben celebrar respetando las normas litúrgicas;
- la visita al cementerio; en algunas circunstancias se realiza de forma comunitaria, como en la Conmemoración de todos los fieles difuntos, al final de las misiones populares, con ocasión de la toma de posesión de la parroquia por el nuevo párroco; en otras se realiza de forma privada, como cuando los fieles se acercan a la tumba de sus seres queridos para mantenerla limpia y adornada con luces y flores; esta visita debe ser una muestra de la relación que existe entre el difunto y sus allegados, no expresión de una obligación, que se teme descuidar por una especie de temor supersticioso;
- la adhesión a cofradías y otras asociaciones, que tienen como finalidad "enterrar a los muertos" conforme a una visión cristiana del hecho de la muerte, ofrecer sufragios por los difuntos, ser solidarios y ayudar a los familiares del fallecido;
- los sufragios frecuentes, de los que ya se ha hablado, mediante limosnas y otras obras de misericordia, ayunos, aplicación de indulgencias y sobre todo oraciones, como la recitación del salmo De profundis, de la breve fórmula Requiem aeternam, que suele acompañar con frecuencia al Ángelus, el santo Rosario, la bendición de la mesa familiar.

CALENDARIO

2 VIERNES. CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS


Conmemoración de todos los fieles difuntos. La santa Madre Iglesia, después de su solicitud para celebrar con las debidas alabanzas la dicha de todos sus hijos bienaventurados en el cielo, se interesa ante el Señor en favor de las almas de cuantos nos precedieron con el signo de la fe y duermen en la esperanza de la resurrección, y por todos los difuntos desde el principio del mundo, cuya fe solo Dios conoce, para que, purificados de toda mancha de pecado y asociados a los ciudadanos celestes, puedan gozar de la visión de la felicidad eterna (elog. del Martirologio Romano).

Misa de la conmemoración (morado).
MISAL: ants. y oracs. props. (3 formularios a libre elección del celebrante), Pf. de difuntos. No se puede decir la PE IV.
LECC.: vol. IV. Se toman tres lecturas de las misas de difuntos.

* Todos los sacerdotes pueden celebrar tres misas; pero solo se puede recibir un estipendio; la segunda se debe aplicar por el sufragio de todos los fieles difuntos, la tercera por las intenciones del Sumo Pontífice.
* Los fieles que hayan recibido la comunión en una misa pueden recibirla otra vez, solamente dentro de la celebración eucarística en la que participe (c. 917).
* Hoy no se permiten otras celebraciones, excepto la misa exequial.

Liturgia de las Horas: oficio propio.

Martirologio: elogs. del 3 de noviembre, pág. 647.

TEXTOS MISA

Elogio del martirologio
Conmemoración de todos los fieles difuntos. La Santa Madre Iglesia, después de su solicitud para celebrar con las debidas alabanzas la dicha de todos sus hijos bienaventurados en el cielo, se interesa ante el Señor en favor de las almas de cuantos nos precedieron con el signo de la fe y duermen en la esperanza de la resurrección, y por todos los difuntos desde el principio del mundo, cuya fe sólo Dios conoce, para que, purificados de toda mancha del pecado y asociados a los ciudadanos celestes, puedan gozar de la visión de la felicidad eterna.

2 de noviembre
CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS 2.
Die 2 novembris
IN COMMEMORATIONE OMNIUM FIDELIUM DEFUNCTORUM 2.
Antífona de entrada Cf. 4 Esd 2, 34-35
Señor, dales el descanso eterno y brille sobre ellos la luz eterna.
Antiphona ad introitum Cf. 4 Esd 2, 34. 35
Réquiem aetérnam dona eis, Dómine, et lux perpétua lúceat eis.
Oración colecta
Oh, Dios, gloria de los fieles y vida de los justos, los redimidos por la muerte y resurrección de tu Hijo, te pedimos que acojas con bondad a tus siervos difuntos, para que quienes profesaron el misterio de nuestra resurrección merezcan alcanzar los gozos de la eterna bienaventuranza. Por nuestro señor Jesucristo.
Collecta
Deus, glória fidélium et vita iustórum, cuius Fílii morte et resurrectióne redémpti sumus, propitiáre fámulis tuis defúnctis, ut, qui resurrectiónis nostrae mystérium agnovérunt, aetérnae beatitúdinis gáudia percípere mereántur. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas escogidas para las misas por los Fieles Difuntos (Lec. IV, 2 de noviembre II).

PRIMERA LECTURA Rom 31b-35. 37-39
¿Quién nos separará del amor de Cristo?
Hermanos:
Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no se reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, que murió, más todavía, resucitó y está a la derecha de Dios y que además intercede por nosotros? ¿Quién nos separará del amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?;
Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 114, 5. 6; 115, 10-11. 15-16a y c (R.: 114, 9)
R.
Caminaré en presencia del Señor en el país de los vivos. Ambulábo coram Dómino in regióne viventium.

V. El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó. R.
Caminaré en presencia del Señor en el país de los vivos. Ambulábo coram Dómino in regióne viventium.

V. Tenía fe, aun cuando dije:
«¡Qué desgraciado soy!».
Yo decía en mi apuro:
«Los hombres son unos mentirosos». R.
Caminaré en presencia del Señor en el país de los vivos. Ambulábo coram Dómino in regióne viventium.

V. Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
rompiste mis cadenas. R.
Caminaré en presencia del Señor en el país de los vivos. Ambulábo coram Dómino in regióne viventium.

EVANGELIOJn 17, 24-26
Deseo que estén conmigo donde yo estoy
Lectura del santo Evangelio según San Juan.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos del cielo, oró diciendo:
Padre, este es mi deseo: que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo.
Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

SANTA MISA POR TODOS LOS CAÍDOS DE LAS GUERRAS
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Jueves, 2 de noviembre de 2017

Todos nosotros, hoy, estamos reunidos aquí en esperanza. Cada uno de nosotros, en el propio corazón, puede repetir las palabras de Job que hemos escuchado en la primera Lectura: «Yo sé que mi Defensor está vivo y que él, el último se levantará sobre el polvo». La esperanza de reencontrar a Dios, de reencontrarnos todos nosotros, como hermanos: y esta esperanza no desilusiona. Pablo fue fuerte en aquella expresión de la segunda Lectura: «La esperanza no desilusiona».
Pero la esperanza muchas veces nace y hunde sus raíces en muchas llagas humanas, en muchos dolores humanos y aquel momento de dolor, de aflicción, de sufrimiento nos hace mirar el Cielo y decir: «yo creo que mi Redentor está vivo. Pero párate, Señor». Y esta es la oración que tal vez sale de todos nosotros, cuando miramos este cementerio. «Estoy seguro, Señor, que estos nuestros hermanos están contigo. Estoy seguro», nosotros decimos esto. «Pero, por favor, Señor, párate. No más. No más la guerra. No más esta masacre inútil», como había dicho Benedicto XV. Mejor esperar sin esta destrucción: jóvenes... miles, miles, miles, miles... esperanzas rotas. «No más, Señor». Y esto debemos decirlo hoy, que rezamos por todos los difuntos, pero en este lugar rezamos de modo especial por estos jóvenes; hoy que el mundo de nuevo está en guerra y se prepara para ir más fuertemente a la guerra. «No más, Señor. No más». Con la guerra se pierde todo.
Me viene a la mente esa anciana que mirando las ruinas de Hiroshima, con resignación sapiencial pero mucho dolor, con esa resignación de lamento que saben vivir las mujeres, porque es su carisma, decía: «Los hombres hacen de todo para declarar y hacer una guerra, y al final se destruyen a sí mismos». Esta es la guerra: la destrucción de nosotros mismos. Seguramente esa mujer, esa anciana, allí había perdido hijos y nietos; le habían quedado solo las heridas en el corazón y las lágrimas. Y si hoy es un día de esperanza, hoy es también un día de lágrimas. Lágrimas como esas que sentían y tenían las mujeres cuando llegaba el correo: «Usted, señora, tiene el honor de que su marido ha sido un héroe de la patria; que sus hijos son héroes de la patria». Son lágrimas que hoy la humanidad no debe olvidar. ¡Este orgullo de esta humanidad que no ha aprendido la lección y parece que no quiera aprenderla!
Cuando muchas veces en la historia los hombres piensan en hacer una guerra, están convencido de llevar un mundo nuevo, están convencidos de hacer una «primavera». Y termina en un invierno, feo, cruel, con el reino del terror y la muerte. Hoy rezamos por todos los difuntos, todos, pero de forma especial por estos jóvenes, en un momento en el que muchos mueren en las batallas de cada día y de esta guerra por partes. Rezamos también por los muertos de hoy, los muertos de guerra, también niños, inocentes. Este es el fruto de la guerra: la muerte. Y que el Señor nos dé la gracia de llorar.


Del Catecismo de la Iglesia Católica
958 La comunión con los difuntos. "La Iglesia peregrina, perfectamente consciente de esta comunión de todo el Cuerpo místico de Jesucristo, desde los primeros tiempos del cristianismo honró con gran piedad el recuerdo de los difuntos y también ofreció por ellos oraciones `pues es una idea santa y provechosa orar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados' (2M 12, 45)" (LG 50). Nuestra oración por ellos puede no solamente ayudarles sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor.
LA PURIFICACIÓN FINAL O PURGATORIO
1030 Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.
1031 La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820: 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1Co 3, 15; 1P 1, 7) habla de un fuego purificador:
"Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquél que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31). En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el siglo futuro" (San Gregorio Magno, dial. 4, 39).
1032 Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: "Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado" (2M 12, 46). Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos:
"Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su Padre (cf. Jb 1, 5), ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos" (San Juan Crisóstomo, hom. in 1Co 41, 5).
Sufragios por los difuntos
1371 El sacrificio eucarístico es también ofrecido por los fieles difuntos "que han muerto en Cristo y todavía no están plenamente purificados" (Cc. de Trento: DS 1743), para que puedan entrar en la luz y la paz de Cristo:
"Enterrad este cuerpo en cualquier parte; no os preocupe más su cuidado; solamente os ruego que, dondequiera que os hallareis, os acordéis de mi ante el altar del Señor" (S. Mónica, antes de su muerte, a S. Agustín y su hermano; Conf. 9, 9, 27).
"A continuación oramos (en la anáfora) por los santos padres y obispos difuntos, y en general por todos los que han muerto antes que nosotros, creyendo que será de gran provecho para las almas, en favor de las cuales es ofrecida la súplica, mientras se halla presente la santa y adorable víctima… Presentando a Dios nuestras súplicas por los que han muerto, aunque fuesen pecadores, … presentamos a Cristo inmolado por nuestros pecados, haciendo propicio para ellos y para nosotros al Dios amigo de los hombres" (s. Cirilo de Jerusalén, Cateq. Mist. 5, 9. 10).
1479 Puesto que los fieles difuntos en vía de purificación son también miembros de la misma comunión de los santos, podemos ayudarles, entre otras formas, obteniendo para ellos indulgencias, de manera que se vean libres de las penas temporales debidas por sus pecados.

Oración de los fieles
360. Oremos, hermanos, a Dios todopoderoso y eterno, Señor de la vida y de la muerte, por el eterno descanso de los fieles difuntos y por el bienestar de todos los hombres.
- Para que toda la familia santa de Dios viva en la esperanza de la futura resurrección. Roguemos al Señor.
- Para que manifieste a todos los pueblos la promesa de la vida eterna. Roguemos al Señor.
- Para que a cuantos lloran ante la muerte los consuele la promesa de la inmortalidad futura. Roguemos al Señor.
- Para que reciba las almas de los fieles que han salido de este mundo y los haga gozar de su presencia. Roguemos al Señor.
- Para que Dios admita en la gloria de su reino a todos los que creó por amor. Roguemos al Señor.
- Para que escuche la oración de los que estamos aquí reunidos en su nombre y admita en su reino a nuestros familiares y amigos que han salido ya de este mundo. Roguemos al Señor.
Dios todopoderoso y eterno, que creaste al hombre a tu imagen y semejanza; humildemente te pedimos que escuches nuestra oración: concede a tus siervos que han salido de este mundo la luz y la paz, y a nosotros el consuelo de la futura resurrección. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Dios omnipotente y misericordioso, te pedimos que limpies en la sangre de Cristo los pecados de tus siervos difuntos por medio de este sacrificio, y a los que ya habías lavado con el agua del bautismo purifícalos sin cesar con indulgencia amorosa. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Super oblata
Omnípotens et miséricors Deus, his sacrifíciis áblue, quaesumus, fámulos tuos defúnctos a peccátis eórum in sánguine Christi, ut, quos mundásti aqua baptísmatis, indesinénter purífices indulgéntia pietátis. Per Christum.
PREFACIO IV DE DIFUNTOS
La vida terrena y la gloria celeste
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Bajo tu poder hemos nacido, con tu libertad nos gobernamos, y por un mandato tuyo a causa del pecado, somos devueltos a la tierra de la que habíamos sido sacados. Y los redimidos por la muerte de tu Hijo, por una señal tuya, seremos despertados a la gloria de su misma resurrección.
Por eso, con los ángeles y con la multitud de los santos, te cantamos el himno de alabanza diciendo sin cesar:
Santo, Santo, Santo...
PRAEFATIO IV DE DEFUNCTIS
De vita terrena ad gloriam caelestem
Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus:
Cuius império náscimur, cuius arbítrio régimur, cuius praecépto in terra, de qua sumpti sumus, peccáti lege absólvimur. Et, qui per mortem Fílii tui redémpti sumus, ad ipsíus resurrectiónis glóriam tuo nutu excitámur.
Et ídeo, cum Angelórum atque Sanctórum turba, hymnum laudis tibi cánimus, sine fine dicéntes:
Sanctus, Sanctus, Sanctus...
PLEGARIA EUCARÍSTICA III. PREX EUCHARÍSTICA III.
Antífona de la comunión Cf 4 Esd 2, 35. 34
Brille, Señor, sobre ellos la luz eterna, vivan con tus santos por siempre, porque tú eres compasivo.
Antiphona ad communionem Cf 4 Esd 2, 35. 34
Lux aetérna lúceat eis, Dómine, cum Sanctis tuis in aetérnum, quia pius es.
Oración después de la comunión
Después de recibir el sacramento de tu Unigénito, que en favor nuestro fue inmolado y gloriosamente resucitó, te pedimos humildemente, Señor, por tus siervos difuntos, para que, purificados por el Misterio pascual, sean glorificados con el don de la resurrección futura. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Post communionem
Sumpto sacraménto Unigéniti tui, qui pro nobis immolátus resurréxit in glória, te, Dómine, supplíciter exorámus pro fámulis tuis defúnctis, ut, paschálibus mystériis mundáti, futúrae resurrectiónis múnere gloriéntur. Per Christum.
Se puede usar la bendición solemne en las celebraciones por los difuntos.
Dios, fuente de todo consuelo, que con amor inefable creó al hombre y en la resurrección de su Hijo ha dado a los creyentes la esperanza de resucitar, derrame sobre vosotros su bendición.
R. Amén.
Él conceda el perdón de toda culpa a los que aún vivimos en el mundo, y otorgue a los que han muerto el lugar de la luz y de la paz.
R. Amén.
Y a todos nos conceda vivir eternamente felices con Cristo, al que proclamamos resucitado de entre los muertos.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.

R. Amén.
Adhiberi potest formula benedictionis sollemnis in celebrationibus pro defunctis.
Benedícat vos Deus totíus consolatiónis, qui hóminem ineffábili bonitáte creávit, et in resurrectióne Unigéniti sui spem credéntibus resurgéndi concéssit.
R. Amen.
Nobis, qui vívimus, véniam tríbuat pro peccátis, et ómnibus defúnctis locum concédat lucis et pacis.
R. Amen.
Ut omnes cum Christo sine fine felíciter vivámus, quem resurrexísse a mórtuis veráciter crédimus.
R. Amen.
Et benedíctio Dei omnipoténtis, Patris, et Fílii, + et Spíritus Sancti, descéndat super vos et máneat semper.
R. Amen.

MARTIROLOGIO

Elogios del día 3 de noviembre
S
an Martín de Porres
, religioso de la Orden de Predicadores, hijo de un español y de una mujer de color, que, ya desde niño, a pesar de las limitaciones provenientes de su condición de hijo ilegítimo y mulato, aprendió la medicina, que después, ya religioso, ejerció generosamente en Lima, ciudad del Perú, a favor de los pobres, y entregado al ayuno, a la penitencia y a la oración, vivió una existencia áspera y humilde, pero irradiante de caridad (1639).
2. En Cesarea de Capadocia, santos Germán, Teófilo y Cirilo, mártires (s. inc.).
3*. En Agrigento, de Sicilia, san Libertino, obispo y mártir (s. III/IV).
4*. En la región de Lauragais, en la Galia Narbonense, san Pápulo, venerado como mártir (s. III/IV).
5. En Viterbo, del Lacio, santos Valentín, presbítero, e Hilario, diácono, mártires (s. inc.).
6*. En la Bretaña Menor, san Guenael, venerado como abad de Landevenec (s. VI).
7. En Roma, conmemoración de santa Silvia, madre del papa san Gregorio I Magno, de la que el mismo Pontífice dejó escrito que había alcanzado la cima de la oración y de la penitencia, siendo óptimo ejemplo para los demás (s. VII).
8. En Vienne, de la Galia Lugdunense, san Domnino, obispo, que se dedicó a la redención de los cautivos (c. 538).
9. En el monasterio de Hornbach, junto a Estrasburgo, en Burgundia, sepultura de san Pirmino, obispo y abad de Reichenau, que evangelizó a alamanes y bávaros, fundó muchos monasterios y compuso para sus discípulos un libro para catequizar a los agrestes (s. III/IV).
10. En el cenobio de Antidio, en Bitinia, san Juanicio, monje, que, después de más de veinte años al servicio de las armas, vivió solitario en varias montañas del Olimpo, y solía acompañar su oración con estas palabras: Dios es mi esperanza, Cristo mi refugio, el Espíritu Santo mi protector (846).
11*. En Alem, de Flandes, conmemoración de santa Odrada, virgen (c. s. XI).
12. En Urgel, en la región hispánica de Cataluña, san Ermengol o Ermengaudo, obispo, uno de los preclaros pastores que se cuidaron de restablecer la Iglesia en las tierras rescatadas del yugo de los sarracenos. Construyó un puente poniendo los materiales y su mano de obra, pero, resbalándose de lo alto, murió entre las piedras por fractura del cráneo (1035).
13*. En el territorio de los marsos, en el Abruzo, beato Berardo, obispo, que sobresalió en la extirpación de la simonía, la restauración de la disciplina clerical y la sustentación y protección de los pobres (1130).
14*. En Cudot, en la región de Sens, en Francia, beata Alpaide, virgen, que, siendo jovencita, cruelmente herida y abandonada por los suyos, vivió recluida en una minúscula celda hasta la ancianidad (1211).
15*. Cerca del monasterio de Fieschingen, en Suiza, santa Ida, reclusa (1226).
16*. En Rímini, de la provincia de Flaminia, beato Simón Balachi, religioso de la Orden de Predicadores, que entregó toda su vida al servicio de los hermanos, dedicado a la penitencia y a la oración (1319).
17. En Milán, de la Lombardía, muerte de san Carlos Borromeo, obispo, cuya memoria se celebra mañana (1584).
18. Junto a la fortaleza Xa Doai, en Tonquín, san Pedro Francisco Nerón, presbítero de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París y mártir, que, en tiempo del emperador Tu Duc, vivió tres meses encerrado en una cueva estrechísima, donde, herido atrozmente con varas, se abstuvo durante tres semanas de todo alimento y consumó su martirio al ser finalmente decapitado (1860).
19. En el monasterio de Asán, sepultura de san Gaudioso, que, discípulo de san Victoriano, fue elegido obispo de Tarazona, sede en la que se distinguió por su defensa de la fe contra los arrianos (s. VI).

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